Selección de textos
Llevan años las playas esperando a algunos mares
¿dónde la enfermedad?
en la niebla no vuelan pájaros
hay una plazuela que da a cinco calles
y muertos luciendo fajos de billetes
envejece la gota de agua
arruga
arruga tanto subir a las nubes
tanto dejarse caer si la cosa se pone fría
la noche contiene otras noches
el cerebro de un mamífero
la piel de los domingos
cruzar la línea
sembraron cien cigüeñas por la mañana y cien por la tarde
llueve y las barcas se llenan de agua
si la bajamar se instala
mira a ver qué quieres decir con ese silencio
Susana Obrero
Quirúrgico
I
como si el escalpelo volviera
a recorrer
la distancia
desde lo alto
se separa el aire
o algún cielo
carne herida
rayo de otros dioses
II
el preciso
chasquido seco
metal golpeado
violencia que rompe
esquirla del hueso
silencioso
III
seccionar el instante
su forma quieta
Javier Lerena
Diagnóstico
Pisábamos las hojas de los arces caídas en la acera
rosadas –pensaba yo–
cuántos otoños más podrían volver para ti esas hojas
todo parecía por primera vez
íbamos expectantes
con esa vida tuya recién estrenada
oliendo la belleza amanecida
yo miraba las hojas
tercamente miraba sus bordes lobulados sus nervaduras ocres
agarrada ferozmente a tu brazo
solo atenta a las hojas
a esa hora el hospital con su boca de luz
en medio de la nada
Tirsa Caja
Abrázame
es necesario
de forma inversamente
proporcional
a cualquier dicha.
Dispuestos a creer lo que sentimos
hazlo con fuerza
todo el prodigio está en el cuerpo.
José Pérez Carranque
Como niña
De cómo una mujer se convierte en un escape de pis. De cómo decir “escape de pis” pensando en una mujer. ¿Ha venido el niño? No, ya lo has preguntado y te he dicho que no.
De cómo una mujer se transforma en una delincuente: roba patatas fritas, que no debe comer, sustrae cereales de chocolate, que no debe probar, trafica con tomates y se esconde el botín en los bolsillos. Y el niño ¿ha venido? Está en casa, hoy le toca con su padre.
De cómo una mujer se convierte en un jarrón, en un elefante de porcelana, en un búho de la suerte. De cómo se perfila en sus ojos cerrados cada silueta. ¿Ha venido el niño? Está en Madrid, mamá, tiene piscina.
De cómo una mujer se hace adolescente: no me ducho, no lo hago, no me apetece, no me lo como, yo no he sido, y tú más. Entérate de una vez, mamá, hoy el niño no ha venido.
De cómo una mujer dijo ser mi madre y de cómo esta noche la observo ornitorrinco y racimo de uvas blancas.
Gemma Serrano
Contexto
Un lugar seguro
la materia que sustenta
donde enarbolan los tallos las raíces
la que sana mis aristas.
Eres la tierra, la palabra
el filtro que provee de alimento
el agua necesaria
la calma
y alguna tempestad tan deseada.
Esther Lucio Marino
Sobre un cuadro de Dorothea Tanning
Detrás de la puerta
La luz desgarra sombras
última flor en el abismo.
¿Es eso lo que miras?
Tu lado oscuro duele
no se comprende.
¿Te haces tan pequeña?
Resbalas
como en la rampa del aire.
Lo opaco en tu interior
se oculta tras la puerta
invisible.
El color hiere tus pupilas
donde se refleja
la oscura impertinencia,
tu yo verdadero
hundido en un crepúsculo
de pólenes.
No quieres ver su fulgor,
lo que trasciende
y das una patada al vacío
para romper la densidad
de tus fantasmas.
Marian Calvo Castellanos
Penélope
¿Qué hacer con lo constante
en el reino de la ambigüedad?
Francisca Aguirre
Mujer, no llores demasiado,
no llores mientras trenzas los mimbres del arte.
Tú, que surges de una de sus yemas,
que bordas con hilos homéricos
la vigilia de tus enaguas.
En tu Ítaca particular aprendes
todos los cantos, todos los poemas del mundo.
Los dioses que te rodean no saben
que tu mandil está lleno de versos que fluyen,
en el cauce indefinible del río sin nombre.
No llores más, Penélope, no llores demasiado.
Alguien dejó en tu vida una cesta
llena de hermosas palabras.
Antonio Delgado
Remedo de Jesús
Eres el elegido
para ser el amigo de toda criatura
nacida de mujer.
Pero no lo sabías.
Eres el elegido,
tus pies a flor de agua,
tu matriz hipostática,
tu vista a flor de invierno.
Pero no lo sabías.
(… esos ojos son tuyos aunque ven lo que quieren)
Eres el elegido.
muñidor, arquitecto,
el único estratega de tu mezquino plan
de salvación.
Eres el elegido.
(esa desobediencia de las cosas,
esa urgencia de sueño.
de navegar sin rumbo
con el fanal extinto)
Eres el elegido.
¿Aceptarás gozoso el don que se te brinda de la condena a muerte,
o te rebelarás contra aquel
que tachona tu cuerpo con torrentes de espadas?
Eres el elegido.
¿Qué vas a hacer ahora?
Eugenio Torijano
S E R Í A U N A
Herido el corazón
de tanta sepultura,
del hijo de mujer
que yace en la trinchera.
Piedad lágrima exacta
de candor infinito
duerme en tus brazos mustios
la savia de la muerte.
Aunque cante la aurora
se desangra despacio
el néctar de la vida
ungido por los ángeles.
Mujer hija de madre
madre, mujer pureza,
azucena, cal viva,
nieve de la laguna.
De hinojos a tus plantas
las rosas y las jaras
porque si hay Dios
alguno, sería Ella.
Santos Arévalo Ávila
El jardín de las delicias
crea-la-(ción)
así la luz la noche con lascivia
así la eternidad sin recovecos
la sombra
paraíso
dónde la estepa vacía
multitud de cráneos
a medio verbo de
distancia
la negrura
el sueño azul a la deriva
las ganas de un hijo
en penumbra absoluta
pec-ado
roto zaherido
la carne sin huesos
con aires de mortaja
el porqué de la calavera en el lodo
relapsa
Iria Fernández
La chica danesa
(Recordando a Liliana García Carril. La mujer de al lado)
y tras el poro rasurado, a solas
apenas roce
con la punta de los dedos
aflora
velada
en la penumbra
en esta noche
en este cuerpo inseguro, que bracea
entre dobleces de un vestido
__dar gracia a la caída
la peinture
deslizar a mano alzada el eyeliner
en la onda
de los párpados, al vuelo
abstraído soñador antes del salto
que se adentra en el bosque
y tropieza con el Gollum
y no hay siquiera fotos, ni pinturas
no hay dibujos
ni fechas en el margen, no hay
que hacer
con un cuerpo
que hace tiempo __dejó de ser rotundo
hay palabras y palabras
derrapando
para siempre, se olvidaron de tu hambre y de tu sed
inconsolable
en esta noche
__al otro lado
“él” __se cerró en tu boca
toda la muerte
Marga Mayordomo
¿Soy el que dicen que soy?
No. Tú lo sabes.
Soy la huella, un adjetivo,
y solo en la palabra aireo mis ayeres,
la evidencia del presente, la promesa del amanecer.
Mi palabra –tú lo sabes-
es vida vivida que asoma entre la luz
de los álamos
o languidece sobre naufragios
olvidados a sus pies;
la que dormita entre la hojarasca.
Y es añoranza de lo que no fui
–tú lo sabes-
y me zarandea hasta anclarme al presente.
¿Y si no volviese la vista atrás
y caminase solo
escalando las montañas que aún esperan?
No podría. Tú lo sabes.
Háblame desde la verdad,
escribe aun con tinta de sangre,
desnúdame ante un muro opaco
con palabras que destierren la zarza del trigal,
y vísteme con los días
–todos los días-
para afrontar la certeza de la noche,
tan cercana.
Antonio Morillas
Mi cuerpo ha cambiado
los sentimientos.
La vida puede controlar los equívocos.
Una puede suplantar
su personalidad
con el cuerpo deslizado
ante los caprichos de la venganza.
Me abrocho el sujetador
con lo que sale de mi cuerpo,
construyo mi relato.
Mi cuerpo no es lo que era,
traicionada por el pensamiento,
me cobijo en el poder
de la escritura.
El Pontón de la Oliva
Escribir. La ola tiene forma de zarpa, a veces de albatros, ala de mariposa huérfana y muerde como boca mi mano de titanio. Egoísta mano que entrego al cachorro.
Escribir en el hueco, para atornillar palabras entre mis dientes que de vez en cuando me devuelven el gesto con sus patitas, desgastando el escenario donde vivo. Escribir en las cuadrículas, aplastando a la usurpadora del amor.
Escribir la flor tatuada en tu espalda y no poder adelgazar su trazo.
Escribir y acolchar la palabra alambrada y extirpar al gusano que hurga entre ella, dejarlo viscoso sobre hoja.
Escribir para no gangrenar lo que de mujer sobrevivió a las mañanas de hastío.
Escribir en los márgenes de cualquier continente e imprimir con trazo el rojo de los geranios.
Escribir la crin de los caballos son blancas y fastuosas y de nada nos sirven a los que vivimos en cualquier barriada
de la ciudad.
Escribir perdió diecisiete hijos pero parió diecisiete lirios que nublaron su mente.
Escribir. Todos somos parecidos antes de llorar.
Escribir, dar en Diana y acertar. La palabra no, sus gemidos en la huida cabizbaja y mi torso quieto cerca de ti.
Escribir no atenderé leyes, ni propuestas, ni el golpe sobre piedra tallada.
Escribir, hoy no volveré a pasar hambre y la mosca hurga los orificios de la nariz y nadie la aparta.
Escribir hoy no han amanecido los pájaros.
Escribir tengo palabras heladas sobre laringe de escarcha y me pincha la hoja de acebo. No hay medicina.
Escribir y desamamantar los pechos de la primera loba y allanar las siete colinas.
Escribir he abierto la jaula. Vuela el grito del hijo. Mordemos la culpa que tiene sabor a titanio.
Escribir hoy comienza una mañana en el mundo y es lo animal lo que aguarda.
Beatriz Santacruz
Diario (31-XI-XXXX)
Preguntas ¿Por qué? ¿ ?
Quizá para recordar:
~ por qué aún siento furia y me duelo al escuchar “La Traviata”
~ qué este Metro abarrotado de sudor soy yo
~ por qué al admirar esa “otra” tan nueva, veo arte de valor fugaz ¿o…?
~ qué soy “esta peculiar expresión” a las preguntas de todos
~ qué confío en la memoria para que conjure con juicio y evite… (Nada)
[quizá con un *haiku* pudiera…] à pero NO
Cómo si no existirían:
° la calidez de la casa y el frío que encandila la puerta
° la canción - al final - casi de cuna mientras volanteo feliz
° las copas de los pinos y su “affair” con el viento
° la manzana “cómeme cómeme” y la bruja
° la vida que me conduce la que soy y la que es (también en ti)
° el semáforo ámbar que interrumpe hipótesis acero y…
[nota rápida de voz en el iphone]
Y hoy, en el filo,
para esbozar:
+ el día que exalta o golpea según le apetece
+ ese coche color rojo-vida (tal vez) que grita “aquí vengo” y empuja
+ la niña que rehúye la mano y la hoja en remolino y su hoz
+ la sábana y la violencia en la cuerda
+ el carámbano y su piel
Escribo sobre lo que observo
y de madrigueras
y…
*cosecho afanes
mientras vagamundeo
cíngara y luna*...
Sol Nieto
Rosa y gris
la barca roja una red y un amplio mar frente a sus ojos
el viaje
horas sinuosas en busca de los peces
que pueblan el plato
el abuelo enseñó al padre
este al hijo
. final
dos mil cincuenta
ante su desgastada vista
navega un manto de plástico
sin rastro de escamas
la barca roja
ahora es gris
Esmeralda R. Vaquero