Miércoles, 4 de Diciembre de 2024
José Hierro: la figura del poeta.
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La triste figura de las batallas

La triste figura de las batallas

La triste figura de las batallas, antología personal de Pilar Martín Gila

 

El hecho de que no seamos objetivos, por la simple razón de ser sus editores, no nos inhabilita para dejar por escrito una serie de impresiones que dejó en nosotros La triste figura de las batallas. Tales impresiones se fueron creando, y fueron evolucionando, en la medida en que trabajábamos en él. Y, de algún modo, hacíamos nuestro su contenido y celebrábamos su presencia en nuestra Colección Ultramarina.

Seguramente para el público familiarizado con Pilar Martín Gila no será novedoso que le atribuyamos -o, mejor dicho, le reconozcamos- inteligencia, pulcritud y profundidad, por quedarnos con algunos de los aspectos más evidentes de su obra. También, como viese Federico de Arce, poeta y director de esta colección, es posible establecer sustanciosos nexos con grandes creadores y sus obras no menores. No obstante ello, insistiremos aquí en hablar, con cierta brevedad, de qué nos causó La triste figura de las batallas.

Además de los atributos mencionados, hallamos en esta antología personal la presencia de la sabiduría. La cual, claro, no es una palabra pequeña, ni, tampoco, simple; parece merecer, la atribución de sabiduría, alguna explicación ulterior: en la obra de Pilar aparecen, ataviados de enigmas -lo cual es de agradecer-, varios de los temas que acaso alimenten el arte destinado a durar -con independencia de que lo haga o no-.

Aceptando el riesgo de ser esquemáticos, destacaremos aquí su reconocimiento de la naturaleza, poder omnipresente y proveedor de extrañamiento al animal humano que inventa el mito para entenderla: en sus versos se nos recuerda el valor de las estaciones y el viento; de los animales y la furia del mar; o de unos arenales que, más que ser infértiles, ayudan a la autora a remitir a los arquetípicos paisajes donde el profetismo parece aflorar.

Quien pueda decir, con claridad, que El deseo del trabajo, el deseo del sueño y el de ser quien despierte al mundo, clamando ante el viento, los arenales y la historia, y la lengua de los sacrificios que no encuentra la lengua vecina genera posibles interpretaciones, sin dudas. Pero genera, en nosotros, además, esos atisbos de dicha que da la belleza cuando está revestida de enigma: podemos sospechar a qué apunta -hasta podemos saber que parte de escenas de una película-, pero es útil, en días como estos, dar cauce a la ultrajada imaginación. No podemos buscar verdades en la poesía, aunque podemos, casi sin notarlo, encontrarlas. Sea o no quien escribiese consciente del alcance de su creación. Creación, que en el caso de Pilar, se acerca, como decíamos, a esos grandes temas donde crear, estrictamente, es volver a decir, con otras palabras, lo que la poesía verdadera ha dicho siempre que pudo.

Merece este libro ser leído en paz, tal vez acompañado de música. Pero no mucho más. Han sido días tristes, donde la tecnología bombardeó para reafirmar su imperio de irrealidad; donde se recuerda que la poesía nos permite, imaginando, acercarnos a aquellas verdades que se sabían junto al fuego; y que dijeron, con su voz, hombres como J.E. Cirlot o W.B. Yeats.

La triste figura de las batallas, aunque sea una antología, da cuenta de una línea estética, alimentada de lo descrito, y dirigida, quizás, a la exposición de la vida; de la vida de siempre, de la pendular relación del ser humano con la naturaleza, de lo que siempre importó porque siempre fue la vida: algún mirlo, las estrellas -como luces que guían o símbolos de eso mismo-, o las complejidades del amor. Y aparece, también, el reconocimiento del fuego, de la luz, y su contraparte. Eso puede significar muchas cosas; una de ellas es que en este libro se habla, con claridad, recordemos, de lo que siempre estuvo.

La triste figura de las batallas es el segundo libro de la Colección Ultramarina de Mochuelo Libros, está compuesto por poemas que integran Ordet, Otro año del mundo, La cerillera, Demonios y Leyes, Para no morir ahora y textos para composiciones musicales de Sergio Blardony; salió tras Allí donde nombraste la estepa, de Miguel Casado; y antes que Activos vulnerables, de Pedro Provencio, que será publicado durante el verano. Con los meses, si los hados son propicios y la vida vuelve a ser más o menos predecible en el corto plazo, habrá nuevos títulos.

 

Andrea Constanza Ferrari – Tomás Esteban García Lavín

En Toledo, a 3 de julio de 2020

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