Madrid |
Reseña de Juan Carlos Abril para Nayagua 29
Nieves Muriel (Melilla, 1977) ha publicado un perturbador libro de poemas, Madrid, a finales de 2018. Un libro importante, sin duda, no solo en su trayectoria —su tercera entrega, tras La pequeña llama (2013) y Carta de la sirena (2016)— sino también para dar un golpe en la mesa de la poesía escrita por mujeres y, por extensión, por hombres. Un poemario revelador y de rebeldía, que bien pudiera tomar de Paul Éluard el sobrenombre de capitale de la douleur: «Madrid es el dolor. / Alguien dice el dolor y lo escribe. / Yo callo porque temo / esa palabra al fuego / porque escribo dolor y / siento las astillas debajo de las uñas, / el espejo afilado que me atraviesa el ojo, / el cuchillo en / la lengua.» (p. 24).
Ya se sabe que la capital de España fue capital del Imperio. Lejos de añoranzas o reminiscencias rimbombantes de otrora. Hoy Madrid es una ciudad dinámica, de cultura, ocio y monumental, atractiva al más alto nivel europeo, y centro político. En buena medida todavía ejerce un influjo neocolonial para el mundo de habla hispana, o se diría latino, abarcando otros países y lenguas. Alrededor de esa órbita gira este poemario, pues la autora, deícticamente señalada como mujer —que se asume como parte de la colectividad de «todas las mujeres de mi estirpe y lejanía» sin ningún atisbo de esencialismos en la página 33— en múltiples ocasiones, habita el Madrid de la fascinación, pero también el Madrid del desarraigo, el vacío y la miseria (social y existencial). Más incluso que una situación de denuncia social, que también la hay, pues no pueden ir separadas las cuestiones de género de cualquier denuncia social, a través de diversos mecanismos como la problemática de género occidental, en Madrid se trata de encontrar un lugar donde el yo —ese yo de la otra mitad de los seres humanos, el de las mujeres, dialógico y olvidado en la historia, que ahora surge poderoso frente al patriarcado y la injusticia— se habite, y he ahí el gran abismo en el que se sumen todos, mujeres (y hombres incluidos). Para ello, la poeta incluso recurre al arameo, a la invocación del mismo Cristo «Talita Kum» (p. 42, Marcos 4, 21-45), para pedirse a sí misma «Seme fiel, te lo ruego.) (ibíd.). Recurre a la lengua instrumental originaria como marca de las políticas sexuales/textuales…
La poesía es una cuestión de palabras, aunque también algo más que una cuestión de palabras. La carga ideológica de cualquier lenguaje especial, como el de la poesía, y a su vez cualquier discurso que se genere en cualquier momento dado, desde cualquier modo de producción determinado, posee un énfasis particular a la hora de leer Madrid: «Nada está libre de ideología, me digo, / mientras recojo la ropa / del tendedero.» (p. 76). Bajo esta advertencia este volumen se muestra distinto, con implicaciones altamente subversivas, ribetes inquietantes que lo salpican todo, y que engrasan, a su vez, otros discursos.
(Reseña completa en Nayagua 29.)