Miércoles, 4 de Diciembre de 2024
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Nueve meses sin lenguaje

Nueve meses sin lenguaje

David Leo
Ultramarinos
2019

ISBN: 97-884-94520-87-7

Nueve meses sin lenguaje

Reseña de Pablo López-Carballo para Nayagua 30

 

El poema «Nueve meses sin lenguaje» sirve de título al tercer libro publicado por el poeta malagueño David Leo García (1988), tras Urbi et orbi (Hiperión, 2006) y Dime qué (DVD, 2011; reeditado por RIL en 2018). En este poema que cierra el libro se presenta una escritura con forma de diario, que parte de un accidente y un diagnóstico de recuperación centrado en la temporalidad que atraviesa el título. La anécdota no gobierna ni este poema ni el resto del libro y no hay nada, precisamente, anecdótico en unos poemas en los que el fondo y la forma van de la mano irrenunciablemente. Quizás ahí radica uno de los aciertos del libro y la capacidad de sorprender al lector pase por esa indisoluble fórmula que habitualmente apreciamos en los textos que, dicho coloquialmente, funcionan. Tienen los poemas de David Leo García la capacidad de mover al lector, tanto en el sentido de estimular y agitar, como en el de conmover. Las palabras parecen imantadas, se atraen y se posicionan como si no hubiera otra forma de estar en los textos. Esa precisión, que muchas veces en otros autores tiene que ver con la elipsis, se formula aquí más bien por substracción; dan la sensación de ser separadas de otras palabras, de un cauce lingüístico mayor.

El carácter diarístico, que comentábamos al hilo del último poema, está también presente en muchos de los poemas del libro. En ocasiones aparece el apunte despojado de las coordenadas formales que lo delimitarían como diario y se presenta revestido de una apariencia que nos lleva hacia otros territorios. Las veces en las que se hace más evidente este procedimiento pueden verse, por ejemplo, en los poemas que comienzan con «¿Cómo conozco…» (p. 20), «Toda conversación es poscoital» (p. 21) o «¡Diamante…» (p. 49). En estos poemas también se hace manifiesto otro de los núcleos centrales del texto: los hallazgos luminosos que se desperdigan en sus páginas; soluciones que en ocasiones recuerdan al surrealismo y, otras veces, al expresionismo.

De igual modo, la presencia del sujeto poético también destaca por poseer una complejidad añadida. A veces desdoblado en narrador o apuntador, presenta una tensión constante en torno a la identidad y el lenguaje. Logra ser una presencia inquietante, no se oculta pero tampoco se presenta abiertamente, al mismo tiempo que se posiciona como interlocutor de una conversación imposible. En las dudas, o la imposibilidad, que genera la representación, y en los límites del lenguaje es donde se produce el mayor conflicto. Los juegos de contrarios son abundantes, hablar y callar, existencia e inexistencia o presencia y ausencia son mostrados como complementarios, o como contradicciones productivas.

(…)

 

Reseña completa en Nayagua 30

 

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