Miércoles, 4 de Diciembre de 2024
José Hierro: la figura del poeta.
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Otro año del mundo

Otro año del mundo

Un padre cabalga por la noche con su hijo en los brazos. Der Erlkönig (J.W.Goethe) inspira la primera parte del poemario. Es el mundo aún lleno de indicios y de presentimientos. Sin embargo, la segunda parte nos pone ante un amanecer que no acaba de llegar, una luz que no disipa nuestros miedos y tampoco ayuda a distinguirlos, un viaje que no consigue emprenderse. En algún momento de nuestra historia, hemos roto el vínculo que anudaba los signos y los significados, y desde entonces nos rodea la melancolía en el umbral un mundo desconocido e inexplorable.

 

Fue de esta forma como todo empezó a desvelarse
Yaiza Martínez 
(reseña publicada en Nayagua 21) 

La poeta Pilar Martín Gila (Segovia, 1962) elabora -en este, su cuarto poemario publicado, tras Para no morir ahora, Demonios y leyes y Ordet- una estructura narrativa engarzada, no por la linealidad temporal o la concatenación de eventos propias de los relatos más convencionales, sino por un juego de espejos que vincula, en lo simbólico, un hecho acaecido en un pasado ficticio con el presente del yo poético. Este presente coincide con circunstancias contemporáneas, tanto en ciertos elementos (portátil, 140 caracteres) como en su atmósfera desesperanzada.

Otro año del mundo es, por tanto, una mirada a la realidad actual desde una amplia perspectiva, la metafórica, merced a la cual el mundo en que vivimos recupera un simbolismo que nos lo explica (cosmos frente a caos).

Como se ha dicho, la obra empieza hablándonos de un pasado ficticio y remoto (“un hombre que lleva mil años en fuga”). Lo hace a partir de la recreación de un poema, Der Erlköning o El rey de los elfos, de J.W. Goethe, que además se añade al final de Otro año del mundo, tanto en su lengua original como en una versión traducida a nuestro idioma por el poeta, dramaturgo y ensayista español José Luis Gómez Toré.

El poema de Goethe cuenta la historia de un padre que cabalga con su hijo en los brazos hacia la casa en que la madre del niño los espera. Es de noche, el niño tiene miedo, el peligro —la muerte del pequeño— es inminente. Sobre este mismo motivo, escribe Martín Gila: “tan veloz el regreso, / tan cerca el destino, / esa mano amorosa / que sostiene en su cuenco la amenaza. / —De qué tienes miedo, mi niño”.

Luego sigue la recreación, durante toda la primera parte del libro, titulada Der Erlköning, como el poema de Goethe en que se inspira. En esta parte aparecen ya retazos de la intención semántica del poemario. Por ejemplo, en las referencias a un camino que se hace con la guía de las reiteraciones simbólicas: “Se diría que quien vuelve / conoce los rastros, / el memorial de las canciones”; o al hablar de la vinculación entre pasado y presente, a través del lenguaje: “el estrecho consuelo / recibido del mundo / acaso esta palabra / doblada hacia delante”.

La atmósfera de Der Erlköning refleja una naturaleza viva, mágica, en la que quien se adentra encuentra significados escondidos, que van a extenderse hacia el presente descrito y analizado en la segunda parte de Otro año del mundo. Por otro lado, el bosque, la noche, y la imaginación traicionera que al niño asustan otorgan al texto un tono onírico.

Aquí, el tratamiento de la naturaleza recuerda al de libros como Hainuwele y otros poemas, de Chantal Maillard, o Los secretos del bosque, de Clara Janés. Como estas obras, el Der Erlköning de Pilar Martín Gila genera la inquietud de la inmersión en aquello que nos es tan propio como desconocido; en una naturaleza oscura, no exenta de peligrosidad.

No es la primera vez que Pilar Martín Gila toma una referencia ajena para su recreación, a través del lenguaje poético. Ya en su anterior libro, Ordet, utilizaba la película homónima de Carl Theodor Dreyer (1955) para construir, a partir de ella, una versión poética propia.

En aquel caso, según palabras de la autora recogidas en el prólogo de ese otro poemario, firmado por el poeta y músico de jazz Ildefonso Rodríguez, la obra no estaba subordinada a la película, aunque sí siguió “una idea poética tomada de la idea cinematográfica”. Se establecía así entre ambas una relación clara, aunque “no rigurosa”, de igual modo que entre la primera parte de Otro año del mundo y el poema de Goethe.

La segunda parte del poemario que nos ocupa se titula Se oye gritar entre sueños; título que ya avisa de lo que a continuación se va a desplegar: la presencia de la materia onírica y de los relatos del pasado en el presente, expresados a través del lenguaje de la poesía. En otras palabras, la interpretación artística de dicha materia, que posibilitaría la iluminación de la actualidad. Sin esa interpretación, parece querer decir el libro, el contenido onírico y significativo de la primera parte podría no alcanzar nuestra conciencia (agonizaríamos, muertos de frío, sin las cerrillas que se mencionan en el último poema de la obra).

La atmósfera en Se oye gritar entre sueños contrasta notablemente con la atmósfera de la primera parte del poemario. Nos encontramos en un mundo actual, urbanizado y mecanizado; compuesto por elementos tan prosaicos y cotidianos como motores, tráfico, cuneta o una calle. Ni rastro queda ya de esa naturaleza inquietante y poderosa de la primera parte. Sin embargo, en este nuevo entorno late simbólicamente el mismo peligro que en Der Erlköning: la muerte del niño, que simboliza la pérdida de la inocencia. Los vasos comunicantes que llenan de sentido Otro año del mundo se hacen patentes.

En el último poema de esta segunda parte se produce un giro, merced a la recreación de otro cuento del pasado que en este caso no guarda correlato explícito con ningún otro momento de la obra (aunque sí, de nuevo, en lo simbólico). Ahora aparece una niña, la pequeña cerillera del cuento del escritor y poeta danés Hans Christian Andersen, mostrada como potencial fuente de esperanza: “Si no muere de frío, tendrá que incendiar / todo lo que soñaba”; y “Fue de esta forma como todo empezó / a desvelarse”.

Este poema parece explicar lo implícito en el resto del poemario: la necesidad permanente de encender el fuego para ver —iluminar, con la escritura y lo simbólico, en este caso—; incluso a pesar de la agonía de la cerillera o de nuestra propia sociedad; incluso a pesar —y a través— de los cambios espaciotemporales. Porque, al fin y al cabo, en la capacidad de ver podría estar nuestro salvamento o, al menos, alguna forma de reparación, ya que “puede ocurrir que también las sombras/ sean literales y no guarden nada en su interior”, como escribe la autora.

Otro año del mundo es, por tanto, un libro en el que se intercalan dos planos temporales para generar una coherencia que emerge de una relación semántica profunda entre dichos planos. Esa relación habitaría en el inconsciente, y solo en el arte se haría patente ante la conciencia.

En la construcción del poemario —hablamos ahora de estructura— se puede hallar una vinculación con la música, a distintos niveles. Por una parte, se da una reiteración de elementos y de versos que apuntalan la musicalidad del libro.

Así, en Se oye gritar en sueños se repiten, por ejemplo, los versos “Así despuntó la mañana” (este, por cierto, también aparece en Ordet, como si el juego de espejos continuase más allá de un libro concreto) o “De una sola vez, en una palabra”. En toda la obra también se reiteran elementos como los mirlos, el niño, el agua o el camino; y otros intrínsecamente rítmicos, como el galope del caballo o el sonido de los motores.

Por otra parte, la vinculación del poemario con la música es patente en la adición del poema de Goethe en su versión original, al final de Otro año del mundo. Esta adición aparece titulada como “Da capo”, concepto que, como se explica en una nota a pie de página: “es una expresión musical escrita en la partitura que se utiliza para indicar al intérprete que debe realizar una repetición desde el principio de la obra”. Originalmente, además, el poema Der Erlköning fue compuesto por Goethe como parte de la balada operística de 1782 Die Fischerin, y ha sido usado como texto para lieder (canciones líricas breves) por muchos compositores clásicos.

Cabría decir, en definitiva, que, Otro año del mundo, se sustenta sobre tres pilares: reiteración, simbología y tiempo. Y que todos ellos se nutren, los unos a los otros. La reiteración, que conlleva un ritmo, una musicalidad, se expresa de manera explícita en las repeticiones de relatos, versos y palabras; y de manera implícita en la aparición de símbolos del pasado en el presente.

La simbología se hace explícita en el uso de relatos del pasado claramente identificados e identificables; y queda implícita en la unión simbólica de los dos tiempos expresados. Por último, el tiempo aparece en la descripción de dos momentos distintos; pero también en la unión, a través de lo simbólico, de ambos momentos.

Del análisis de estos tres pilares emerge una conclusión: la llamativa capacidad de Pilar Martín Gila para construir una estructura poética que es en sí misma significativa. A través de esta, y también del lirismo de los versos que la llenan, la autora consigue dar un sentido profundo al presente. La iluminación nos alcanza: no hay “un tiempo para cada sueño”, sino que todo sucedería “de una vez, en una palabra”. En este caso, en muchas palabras. Todas ellas “dobladas”, en múltiples direcciones.

  

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