Todo es ahora y nada (Tot es ara i res) |
La obra de Vinyoli es un claro exponente de la alianza entre la poesía entendida como «canto» (en la línea de su maestro Carles Riba) y como aproximación a la realidad más próxima y cotidiana, aquello que nos acompaña o sucede a diario. Un acercamiento que ya se plasmó en su libro Realidades pero que cobra forma definitiva en Todo es ahora y nada (1970). El malestar existencial, la rememoración de geografías pasadas y los grandes temas como el amor, la muerte y la vida se entretejen en versos irónicos, prosaicos y rotos por unos encabalgamientos que sitúan al lector ante la verdad de la existencia. Esta traducción no aspira sino a añadir un eslabón más al estudio de la obra de un hombre que sólo quiso ser «un hombre [más] entre muchos».
Una excelente propuesta para, a través de la espléndida traducción de Marta Agudo, ahondar o abordar por vez primera la obra de una de las voces irrenunciables del pasado siglo cuyo ascendente en las poéticas contemporáneas no deja de crecer.
Extracto del Preliminar de Marta Agudo
Una obra prolífica, en especial en sus últimos años, en los que, entre otros factores, el franquismo fue adelgazando su larga sombra, y en la que ─por encima de etiquetas como “postsimbolismo” o los “realismos” de diverso cuño imperantes en la época─ palpita una búsqueda incansable por los paisajes de la interioridad. Podemos decir sin temor a equivocarnos que sus versos crecen en la encrucijada de la salvación a través de la palabra poética, de la búsqueda y vivencia del amor (especialmente desde Todo es ahora y nada), de la lubricidad del tiempo y la muerte definitiva. Unos leitmotivs que con los años iría entonando desde distintos ángulos. Hasta qué punto la diferencia entre dichos prismas niega la unidad de su poesía es un asunto sujeto a debate. Joan Teixidor, si bien no duda en distinguir “dos escrituras”, se pronunció con énfasis al respecto: “Y me doy cuenta que toda esta sucesión de poemas que constituyen una vida forman una especie de cadena que no podría prescindir de ningún eslabón. No quiero decir que todo alcance la misma intensidad o la misma excelencia, pero, sea como sea, es evidente que los unos necesitan a los otros y, aún más, que a menudo se encabalgan y complementan. Un mismo propósito los dicta”[1]. De ello no hay duda. La poesía de Vinyoli nace del cuestionamiento y batalla “de” y “con” lo existencial, así como de un impulso de genuina fidelidad con lo que se vive, de apego a las circunstancias físicas y psíquicas, hasta el punto de haberse estimado su obra por parte de la crítica como una “novela” o, yendo más allá, diría yo, como una autobiografía intimista. De ahí que, como sucede con la mayoría de grandes poetas, sus textos haya que enmarcarlos en el conflicto entre lo “vario” a que puede o debe aspirar la expresión del yo poético o, lo que es lo mismo, del “uno” que escribe. Con palabras más sencillas lo dijo él en una carta a Miquel Martí i Pol (11-9-1979): “Escribir lo que uno es (…) y al mismo tiempo ser diferente en cada ocasión, es decir, evolucionar, es muy difícil”[2].
(1914), una de las figuras centrales de la poesía catalana del siglo XX, inauguró con Primer desenlace (1937) una amplia trayectoria poética formada por De vida y sueño (1948), Las horas reencontradas (1951), Lo callado (1956), Realidades (1963), Todo es ahora y nada (1970), Todavía las palabras (1973), Ahora que es tarde(1975), Viento de cobre (1976), Libro de amigo (1977), El grifo (1978), Círculos (1980), De madrugada (1981),Cantos de Abelone (1983), Dominio mágico (1984) y Paseo de aniversario (1984). Obtuvo el Premio Óssa Menor y el de la Crítica Serra d´Or. Murió en Barcelona en 1984 tras una áspera vida de trabajo en la Editorial Labor y recurrentes problemas de salud.